Nunca más oportuno título de libro presentado: El visitante es la excusa para que Sergio Chejfec(Buenos Aires, 1956) pase por primera vez por Córdoba, donde también presentará El subte, un texto breve editado por la local La Sofía Cartonera. En la línea de sus últimos libros abiertos al ensayo y la hibridez (Modo linterna, Últimas noticias de la escritura), El visitante acopia escritos seleccionados por Alejandra Laera que ejercen de radar de las temáticas inquietas de Chejfec: lo literario y la literatura para escritores por encima de las historias, el autor como performer, el lazo entre arte y escritura, la caminata errante en un mundo en ruinas y la fascinación por los mapas, la escritura como extranjería y la extranjería del escritor (Chejfec vivió en Caracas desde 1990 y desde hace unos años reside en Nueva York).
¿En qué sentido Chejfec se asume un “visitante”? “El visitante posee un estatuto diferente –responde el escritor–. No necesariamente es un extranjero y es probable que no lo sea en absoluto. El visitante no alude a un rasgo de identidad diferenciada del medio en el que está, pero a la vez parece un elemento separado, que está pero podría no estar. Hay una palabra que se usa en Venezuela en sentido metafórico que sería la más adecuada para lo que busco describir: el asomado, el que viene o se suma sin haber sido invitado. De algún modo el escritor vendría a ser eso, nadie le pidió que escriba y sin embargo interviene”.
Con ese mismo ánimo reflexivo de prosa mesurada, transparente y ramificada Chejfec se asoma a la obra de canónicos como Cortázar, Fogwill, Saer, Arlt, Aira o Sebald para emprender sus propios pasos exploratorios, aunque también hay lugar para otras artes, como se refleja en “El obstáculo necesario”, una bella y detallada parada en el cine de Béla Tarr.
En ese sentido, El visitante exhibe en sus interiores trabajos del artista plástico Eduardo Stupía, al que Chejfec le dedica una crónica introspectiva de visita al taller. La asociación entre el gesto caligráfico y el artístico emerge por otra parte en un ensayo sobre Mario Levrero y su paradigmática novela El discurso vacío, en el que se nombra al lápiz mágico como utopía de la escritura: una creación irreflexiva y en estado puro, resistente a todo material.
Chejfec: “El escritor puede decir lo que el arte no alcanza a desarrollar. Me refiero a la música o a la plástica. Pero lo intrigante es que también la plástica y la música, y todo lo demás, precisa la lengua si quiere explicarse. Eso implica para el escritor una especie de dominio, él es quien puede dictaminar. Y no sólo en estos campos, más bien en todos. A la vez, como la experiencia de la literatura se transfiere de un escritor a otro, en algunos casos los escritores sienten cansancio de ese poder o responsabilidad de dictamen. Ahí aparece la ilusión del lápiz mágico. Mover mecánicamente la mano sobre el papel para que vayan apareciendo las figuras y lo que se quiere contar”.
Guerra con el pasado
–¿Cómo te marcaron los años en Caracas y Nueva York? ¿Son mudanzas contingentes o incidieron en tu trabajo y visión?
–Lo contingente es central. Llega un momento en que todo te parece contingente pero fundamental a la vez, lo cual a veces parece terrorífico. En ambas ciudades me he sentido igualmente anónimo, como en Buenos Aires. Pero sólo en Buenos Aires tengo la sensación de que podría disolverme, perder lo poco que siento que me constituye. Al ser de Buenos Aires y haber crecido en esa ciudad siento que el presente está en guerra con mi pasado. Que todo lo que ocurre se propone borrarlo.
–Evocás un pasado remoto como taxista. ¿Qué te dejó ese empleo? ¿Es más fructífera la docencia que practicás hoy?
–Del taxi me quedó la deambulación por la ciudad. Es lo que ocurre en mis libros. No sé si puedo decir más. Es una convivencia con esa dimensión de lo urbano que es la coincidencia, las cosas distintas que ocurren en el mismo momento. Todo taxista se mueve un poco à la Joyce, por eso del Ulises y el escenario de coincidencias múltiples que lo sostiene y describe. No sé si es más fructífero trabajar con libros, el orden de la literatura está en todos lados.
–En “Modo linterna” tratabas un tema intrigante, el del dinero y su lazo con la ficción.
–Una vez Ricardo Piglia me mandó un cheque por 12 dólares. Al terminar un evento en la universidad donde él enseñaba, en Estados Unidos, yo había tenido que tomar un taxi hasta la estación porque de otro modo me perdía el tren de regreso. Me dijo que le mandara la factura del taxi. Unos días después recibí un sobre. Bajo la forma cheque aquel dinero me pareció más abstracto que de costumbre, pero el cheque era distinto, tenía un único uso y aparte había sido escrito. Y tratándose de Piglia podía ser la ambigua obra de un falsificador agazapado, porque así es como él concibe a los escritores, a la literatura y a lo impreso. El dinero produce homenajes efímeros, intensos, acaso menos perdurables que la literatura pero igual de enigmáticos.
Diálogo y presentación. Este jueves a las 18 en el auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela (Ciudad Universitaria), Chejfec participa de la clase abierta “La enseñanza entre pares: sueño de la literatura”. Mañana viernes a las 19 en Museo Genaro Pérez (Gral. Paz 33) se presentan «El visitante» y «El subte», con moderación de Carlos Surghi.
Fuente: Revista Vos, La Voz del Interior.