Editorial Excursiones

«No sé por qué hay gente que mantiene sus piletas turbias». Entrevista de Emilia Racciatti a Félix Bruzzone por Piletas para TELAM. 9 de septiembre de 2017.

Félix Bruzzone (Buenos Aires, 1976) reúne en su último libro, «Piletas», sus diálogos y reflexiones con clientes de un barrio cerrado de Tigre a los que convierte en personajes de un mundo de suspicacias en el que el narrador encuentra una oportunidad para reflexionar sobre el valor del trabajo, las formas de pago, la experiencia como insumo para la escritura y la posibilidad de encontrar un registro literario de lo cotidiano.
Editado por Excursiones e ilustrado por Juan Astica (Santiago de Chile, 1953), Bruzzone publica un libro de crónicas que nacieron como publicaciones en su muro de Facebook para sobrellevar «una actividad que se había vuelto bastante mecánica y poco atractiva», y que fueron creciendo y se convirtieron en un registro que comienza en septiembre de 2013 y llega hasta el mismo mes, pero de 2016.
Reconocido como uno de los autores más importantes de la literatura argentina contemporánea, Bruzzone se desempeña como escritor, editor y piletero. Entre sus obras se encuentran el volumen de cuentos «76», y las novelas «Los Topos», «Barrefondo» y «Las chanchas». Sus trabajos fueron publicados en Francia y Alemania y en 2010 fue distinguido con el Premio Anna Seghers en Berlín, que reconoce a un autor latinoamericano cada año.
Bruzzone es hijo de desaparecidos y en su obra se encuentra una forma peculiar de narrar los años de la última dictadura militar y sus consecuencias, como el trabajo que realizó sobre Campo de Mayo, la mayor guarnición militar del país, en la que permanecieron cautivos más de 4.000 desaparecidos, y en la que hoy entrenan jugadores de rugby. Con una beca del Fondo Nacional de las Artes, convirtió su investigación en una conferencia performática que se presentó el año pasado y que anuncia que pronto se convertirá en una novela.
-Télam: ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?
-Félix Bruzzone: Empecé a escribir pequeñas crónicas de mi trabajo, que es limpiar piletas, como una manera de sobrellevar una actividad que se había vuelto bastante mecánica y poco atractiva. En ese momento ya llevaba diez años haciendo eso y empezar a escribir fue tomarle un poco el pelo a esa tarea, incluso a mí mismo. Mi primera hipótesis es que nadie lo iba a leer. Empecé a escribir estos relatos para sacarme de encima situaciones. Después me di cuenta de que como cada historia tiene una pequeña cuota de ficción, yo mismo convertía en ficciones cada momento. Cuando lo leo ahora no sé qué cosas pasaron en la vida y cuáles no.
-T: ¿Cómo fue el encuentro con el oficio de limpiar piletas?
-F.B.: Siempre tuve una relación con trabajos más manuales y en el momento en el que empecé, había dejado de dar clases en escuelas y en paralelo estudiaba Letras. Seguía dando clases particulares pero había dejado la institución, y mi cuñado me ofreció un lote de piletas que manejaba porque le ofrecieron otro mejor. Me enseñó el oficio y lo aprendí más o menos rápido. En ese momento no solo nunca había limpiado una pileta sino que no usaba piletas. Me parecía irreal que te llamaran especialmente para eso. En invierno nadie las usa, entonces es más relajado. En verano me abocaba más a la limpieza de piletas y después a escribir.
-T: ¿Cómo fue el proceso de producción de escritura y publicación de estas crónicas?
-F.B.: Aunque hace catorce años que limpio piletas todavía hay gente que me pregunta si es verdad o es ficción. En ese momento la editora del sello Excursiones me dice que desde la editorial querían sacar una colección de crónicas, y que pensáramos, pero que para ella había un libro en esas crónicas. A mí me vino muy bien porque tenía pensado escribir un libro con ese material. Hubo una tentativa de organizar las crónicas de otro modo: por personaje, por estación del año, pero finalmente al leerlas cronológicamente funcionaba.
-T: Hay varios datos sobre el barrio en el que están ubicadas las piletas, desde que lo pavimentaron con los adoquines que Macri sacó de San Telmo hasta que sus habitantes tienen una actitud de permanente escamoteo, fundamentalmente con la plata…
-F.B.: Es un barrio cerrado, muy chiquito, y está construido en una zona elevada, casi pegada a Campo de Mayo. En los alrededores tiene un barrio bastante humilde, que no da al río pero está muy cerca del Reconquista. Se construyó a fines de los 90 como una especie de castillito con adoquines. Creo que es el barrio más tilingo de la zona. Y hay mucho maltrato, inconsciente porque a veces parece que no se dieran cuenta.
-T: Si bien el humor y la ironía están muy presentes en los relatos, hay también un registro sórdido como el relato en el que aparece la desesperación de una mujer sorda al darse cuenta que no escuchó el ruido del auto que atropelló a un perro, y la posibilidad de que el narrador tenga que levantar a ese perro…
-F.B.: Ese texto dialoga con otro de Juan Diego Incardona, que cuenta su experiencia como artesano y el camino de la periferia (Villa Celina) hasta el centro (Palermo) para vender sus productos mientras da sus primeros pasos en la escritura. Hay una anécdota con un personaje de Villa Celina que trabaja en la autopista y su tarea consiste en sacar a los animales muertos, y el tipo tiene una obsesión para hacer ese trabajo, con herramientas especiales. La idea fue dialogar con ese texto. Son textos hermanos porque son la ficcionalización de nuestros trabajos.
-T: A los largo de estos años de oficio, ¿qué aspecto te llamó la atención de la forma en la que se cuidan las piletas?
-F.B.: Me llama la atención cómo la gente puede pensar las piletas de otra manera, porque el narrador de todo esto intenta ver las cosas de otro modo. Por ejemplo: tenía un cliente que se cansó de su pileta y la hizo un estanque, y fue muy lindo conversar con él sobre eso. Había una historia familiar en torno a la pileta, que había sido usada por sus hijos que ya no estaban, entonces la convirtió en otra cosa que tenía que ver con algo más relacionado con su historia, ya que se había vuelto más ecologista. También me pregunto por alguien que tiene una pileta turbia, algo que me resulta llamativo. O los que tienen hongos negros que es algo casi imposible de sacar. Nunca sé bien cuando agarro un cliente nuevo cómo va a querer su pileta. Eso me genera curiosidad: cómo cada uno tiene una relación diferente con la pileta.
– T: ¿En qué estás trabajando ahora?
– F.B.: Estoy escribiendo cuentos y una novela sobre Campo de Mayo, que es un proyecto que tengo hace mucho tiempo, y es como si la conferencia performática que hice sobre el tema lo hubiese cerrado. Pero me dan ganas de cerrarlo como novela.

Fuente: TELAM y Diario Z.

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Esta entrada fue publicada el 01/12/2017 por en Prensa.
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