Por Ignacio Rial-Schies
Lo impropio, Diego Tatián.
Arte de tapa y postales, Martín Di Paola.
Editorial Excursiones, 2012.
146 pags.
Antes de la llegada de la tecnología satelital, el oficio del navegante estaba marcado por la incertidumbre. Al deslizarse por la superficie marítima sin más referencias topográficas que la costa que desaparece en el horizonte, el territorio es siempre cambiante y los mapas, líneas de puntos en el firmamento. Quizás sea esta la mejor manera de presentar “Lo impropio” de Diego Tatián (Córdoba, 1965), publicado a fines de 2012 por Editorial Excursiones. La obra como un mapa nocturno para quien contempla los astros de la filosofía occidental desde su anclaje mediterráneo en el hemisferio sur.
Así, el temor por el naufragio no es más que la invitación perfecta para comenzar por el desenlace. Tatián reflexiona con un mapa compuesto por la obra de Kant, Nietzsche, Blumenberg, Castoriadis y Rancière, entre otros, sobre aquello que tiene más a mano: los restos de la historia en su tiempo y su lugar. Encuentra líneas que se conectan esos despojos con las grandes preguntas de la filosofía en las ya conocidas constelaciones. Estos vectores recorren la relación, siempre política, del individuo con sí mismo, el fundamento de la igualdad democrática como declaración, el pasado y la memoria como don y como responsabilidad, la relación entre arte y democracia y, como anticipa el título, la posibilidad de pensar la comunidad como aquello que no le pertenece a nadie.
Ya la elección de la obra plástica, dos obras de Martín Di Paola, que acompaña al libro como un paratexto más, ubica a los ensayos de Tatián entre el devenir de lo fluido y el anclaje del trazado. Con una industria editorial que parece apuntar con sus catalejos pampeanos a un punto fijo al otro lado del Atlántico, “Lo impropio” se presenta como una cartografía útil y necesaria para los náufragos de nuestro extremo oceánico de la filosofía política.
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