Editorial Excursiones

«Pinta tu aldea». Reseña de Lucas Gatica sobre Notas de campo para Hoy día (Córdoba), 27 de abril de 2017.

En este momento, y hace ya varios años, se está dando una revitalización en la literatura argentina. Hay diversos autores de esta nueva generación y entre ellos se encuentra Hernán Ronsino.

Nacido en Chivilcoy en 1975, es sociólogo y docente. Autor de varias novelas: “La descomposición”, “Glaxo” y “Lumbre”. Además publicó un libro de cuentos. Los cuatro libros transcurren en su ciudad natal: un espacio entre pueblo-ciudad. Nos abre la puerta de su casa y charla con HDC. Hablamos de literatura y cuenta que acaba de ser editado su nuevo libro, “Notas de campo”, que deja atrás el género novela y se adentra al ensayo.

HDC: ¿Cómo surge tu interés en narrar ese mundo de provincias, alejado de la capital que parece desarticulado y abandonado (o en proceso de ello), y que por momentos se muestra con nostalgia?

Hernán Ronsino: En un comienzo, la escritura, para mí, es una forma de recuperar lo perdido. Comienzo a escribir estando en Buenos Aires, lejos de mi pueblo. Y ese desarraigo, en cierto modo, dispara la necesidad de repensar esa geografía perdida. Pero, por otro lado, el territorio del pueblo – con sus personajes, sus relatos – siempre fue una especie de territorio mítico muy atractivo y cargado de literatura. Escribir sobre el pueblo, así, era una manera de volver pero ahora a un territorio mítico, literario.

HDC: “Lumbre” (y todos tus libros) transcurre en Chivilcoy, tu ciudad natal, pero a la vez refleja una centena de pueblos del imaginario de la zona pampeana, ¿buscaste un poco eso? Es decir, Chivilcoy se transforma en un pueblo mítico y deja de ser Chivilcoy.

H. R.: Chivilcoy es y no es. Puede ser cualquier pueblo –porque los mecanismos de funcionamiento son más o menos los mismos, más que nada, en los pueblos de la región pampeana– pero también me interesan mucho ciertas particularidades históricas de Chivilcoy: su relación con Rosas, con Sarmiento y con los pueblos mapuches. Todas esas marcas, centrales en el siglo XIX, funcionan de manera conflictiva en sus orígenes.

HDC: En “Glaxo” se palpa un trabajo arduo y milimétrico con las voces y la estructura, ¿de dónde o de qué escritores tomaste elementos para ello?

H. R.: En ese libro me interesaba contar una historia a partir de puntos de vista. Es decir, que no existiera un narrador que lo contara todo sino que la realidad se fuera armando en función de miradas distintas y desde épocas distintas. De este modo, la realidad no es otra cosa que el resultado de interpretaciones y en la que siempre está faltando algo. “Mientras agonizo”, de Faulkner, es un libro que me marcó mucho, trabajado con una estructura de puntos de vista y de fragmentos. Incluso, dentro de la novela hay un guiño, una especie de homenaje a través de uno de sus personajes a ese libro de Faulkner.

HDC: En “Lumbre”, entran al relato escenas de películas, ¿cómo trabajas con ello y cómo es tu relación con el cine y las otras formas narrativas?

H. R.: Tanto en “Lumbre” como, por ejemplo, en “Glaxo” –en donde se hace referencia a un western, “El último tren de Gun Hill”– el cine aparece con una presencia fuerte. Hay algo de lo visual que me interesa traducir en la escritura. Es decir, me interesa que la escritura se cristalice en imagen: que se vea lo que se cuenta. Esa figura traslúcida del lenguaje que soporta la historia es, finalmente, el resulta de un trabajo de cristalería. Pulir, lustrar, quitar.

HDC: Hay ciertos componentes que se reiteran en tus libros: la violencia, la memoria y la reflexión sobre cuestiones que parecen silenciosas, tapadas.

H. R.:  Justamente acaba de salir mi primer libro de ensayos, se llama “Notas de campo”, lo publicó la editorial Excursiones. Allí aparecen una serie de ensayos y de crónicas que indagan y vuelven a algunos de estos temas que mencionás y que, sin dudas, están muy incrustados en mi escritura. La violencia, la memoria, la experiencia y el viaje. Es un libro que funciona como el reverso de la escritura de ficción; fue escrito en paralelo a las tres novelas que publiqué. Y construye, de algún modo, un diálogo secreto con estos grandes temas que me interesan abordar desde la literatura y, sin dudas, desde el pensamiento.

HDC: ¿Qué libro(s) te llevarías a una isla abandonada de la cual no podrías salir?

H. R.: Uno que me explique cómo hacer para salir de la isla.

HDC: Por último, ¿qué te evoca Córdoba y qué escritores cordobeses recomendás/conoces?

 

H. R.:  Córdoba, para mí, es una lengua irreverente. Y, desde esa lengua, ha construido mundos literarios o ensayísticos imborrables. Por ejemplo y por nombrar solo a algunos autores: María Teresa Andruetto, Eugenia Almeida, Diego Tatián o Federico Falco.

Fuente: Hoy día.

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Esta entrada fue publicada el 07/07/2017 por en Prensa.
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