Hernán Ronsino (Chivilcoy, 1975) dice que no puede «pensar la escritura de ficción sin el trabajo más secreto, de investigación y de indagación» y también de «merodeo que después termina en registro de datos», y parte de ese trabajo es el que cuenta en «Notas de campo», libro que acaba de publicar y que devela los registros realizados en paralelo a sus novelas anteriores.
«La literatura, más allá de contar una historia, es pensar una poética y estar obsesivamente buscándola», asegura Ronsino, sociólogo, escritor, docente de la Universidad de Buenos Aires, fundador de la revista epistolar En Ciernes y actualmente codirector de la revista literaria Carapachay.
«Notas de campo», publicado por la editorial Excursiones, es su quinto libro. Antes publicó los cuentos «Te vomitaré de mi boca», premiado por el Fondo Nacional de las Artes, y las novelas «La descomposición», «Glaxo» y «Lumbre».
El libro, que tiene ilustraciones del artista Tulio de Sagastizábal, se compone de tres partes: «Huellas», cuyas notas tienen un tono autobiográfico; «Lecturas», en la que repasa los libros que lo fueron marcando; y «Tensiones», que es un ensayo en el que el escritor reflexiona sobre la literatura y las formas de la escritura contemporáneas.
-Télam: ¿Cómo fue el proceso de escritura de los textos reunidos en este libro? ¿Hay textos que fueron publicados antes?
-Hernán Ronsino: Algunos fueron publicados en coloquios, como «Tensiones». No puedo pensar el ensayo sin la narrativa, que es un cruce que me gusta mucho. Es algo que voy a seguir escribiendo. Siempre que empiezo una novela, lo que hago al mismo tiempo es emprender una especie de lecturas que van quedando registradas y tensan lo que piensa un autor. Cuando escribí mi primera novela, «La descomposición», en la que de alguna manera el tema era la muerte, empecé a leer a filósofos que habían trabajado ese tema. Es un merodeo que después termina en registro de datos. No puedo pensar la escritura de ficción sin ese trabajo más secreto de investigación, de indagación.
-T: ¿Cómo es tu experiencia en relación a estas notas y la escritura de ficción?
-HR: Estos textos no son diarios, son restos de cosas, fragmentos, esbozos. Tiene tres partes y el concepto de experiencia está muy presente en el libro. Son dos versiones del concepto de experiencia que están disputándose en el libro: una la que define Hemingway, que dice que antes de escribir hay que vivir intensamente algo y otro el que plantea Piglia, que la literatura es en sí misma una experiencia parecida a la vida, entonces no necesitás irte a la aventura para escribir, sino que la escritura misma es una aventura: la aventura del lenguaje. De esas dos versiones surgen las dos primeras partes del libro: «Huellas», que responde a la idea de Hemingway de ir a lo extraño y volver para contarlo. Y la otra que tiene que ver con las marcas que ciertos libros me dejaron y ciertos autores, que sería la lectura como forma de la experiencia.
-T: ¿Cómo dialoga este libro con tus novelas anteriores?
-HR: Los textos fueron escritos de alguna manera entreverados con la escritura de esas tres novelas. Es como un reverso de las tres novelas, porque fueron escritos en paralelo.
-T: Al leer «Notas de campo» se advierte que tu escritura comenzó en Buenos Aires. ¿Qué experiencia relacionada con la escritura recordás de Chivilcoy?
-HR: Recuerdo que tuve que hacer composiciones, eran relatos relacionados con la dictadura, y la escritura me sorprendió pero no leía nada, no era el que leía en los actos. Más tarde la lectura de Haroldo Conti fue importante, la lectura de Beckett, pero todo eso sucedió estando en Buenos Aires.
-T: ¿Cómo influyó tu paso por la universidad?
-HR: Me dio el ejercicio de trabajar leyendo pero en paralelo a eso estaba la lectura de ficción. Iba armando caóticamente mis lecturas de ficción sin rendirle cuentas a nadie. No sé si en Letras hubiese durado mucho. Antes de sociología entré en la carrera de contador público, pero me equivoqué el sentido de la palabra «contador público» y me pasé a escritor.
-T: ¿En qué estás trabajando ahora?
-HR: En una novela que sucede en la Ciudad de Buenos Aires, con temas distintos a los planteados en la trilogía. En el plano de la lengua hay conexiones, pero no en las temáticas.
-T: ¿Y cuáles serían los libros que te funcionan como reverso de esta novela?
-HR: El tema de la familia es central, es un tema siempre presente. Lo estuvo en «La descomposición» y en «Lumbre», pero en esta nueva novela la dinámica familiar aparece de un modo muy extraño, entonces estuve leyendo a (José) Donoso, sobre la familia Lugones, textos que te hacen pensar en un tipo de familia muy particular, muy extraña, casi perversa. Otro tema es la música como otro de los grandes temas. Para pensarla en el sentido de la poesía, de un texto.
-T: ¿Cómo es tu relación con la poesía?
-HR: Es una búsqueda constante, me gusta que el texto narrativo tenga una sonoridad, una vitalidad y un movimiento. Algo que lo mueva que no sea puramente del orden de la acción, de contar o de escribir una situación concreta y que haya algo de fondo, un rumor. Me interesa que esté envuelto en una poética.
-T: En el libro hay un itinerario de los autores que te marcaron: Walsh, Conti, Piglia. ¿Por qué esos autores y de qué manera dirías que lo hicieron?
-HR: Ellos y también Briante, Puig, que trabajaron mucho el tema de la oralidad y de la provincia, que la han pensado de distintas maneras con técnicas no clásicas, con el fragmento, la oralidad, la dispersión de voces, los puntos de vista. Son autores que trabajan y piensan en una poética. Para mí la literatura, más allá de contar una historia, es pensar una poética y estar buscándola obsesivamente. Ese es el tema que podría recuperar en estos autores argentinos y también de otras latitudes. Un autor no se construye solo por lo local. Como decía Borges, la literatura argentina pertenece a una literatura occidental, ya que las bibliotecas se alimentan de cualquier forma de literatura.
Fuente: TELAM.